La globalización se ha creado una opinión correcta pero muda en una democracia infértil de
hechos proliferada de falsos derechos donde todos pueden y deben ser el ciudadano normal
con voz pero sin eco, con una identidad colectiva teñida de blanco o negro, eliminando la
personalidad maximizando la igualdad, una igualdad soporífera e inocua, una igualdad
dirigida y acallada.
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