"La necesidad de soledad prueba siempre en nosotros la espiritualidad y
sirve para medirla.
Nuestra época, con su sempiterna sociabilidad,
tiembla tanto delante de la soledad, que no sabe (¡qué epigrama!)
servirse de ella más que contra los criminales."
"Pero cuando más conciencia hay en ese yo pasivo que sufre y
desesperadamente quiere ser él mismo, más también la desesperación se
condensa y se hace demoníaca, cuyo origen en éste a menudo: un
desesperado, que quiere ser él mismo, soporta de mal grado cualquier
estado penoso penoso o inseparable de su yo concreto. Con toda su pasión
se arroja entonces sobre ese mismo tormento, que termina por
convertirse en una rabia demoníaca. Y si ahora fuera posible que Dios y
todos los ángeles del cielo le ofrecieran liberarlo, rechazaría la
oferta: ¡demasiado tarde! Antaño habría dado alegremente todo para ser
liberado, pero se le ha hecho esperar y ahora es demasiado tarde y
prefiere rabiar contra todo, ser la injusta víctima de los hombres y de
la vida, seguir siendo aquel que vela precisamente para guardar con celo
su tormento, para que no se lo quiten. Pues sino, ¿cómo probar su
derecho y convencerse de él uno mismo? Esta idea fija le crece de tal
modo en la cabeza, que al fin una razón muy distinta le hace temer la
eternidad, temer de que ella no le quite aquello que él considera
demoníacamente su superioridad infinita sobre el resto de los hombres y
su justificación para ser quien es. Quiere ser él mismo; primero ha
formado una abstracción infinita de su yo, pero helo aquí convertido al
fin en algo tan concreto que le sería imposible ser eterno en ese
sentido abstracto, mientras que su desesperación se obstina en ser él
mismo. ¡Oh demencia demoniaca! Su rabia, ante todo, es pensar que la
eternidad podría privarlo de su miseria.
"Desesperar de algo no es, pues, todavía, la verdadera desesperación es su comienzo, se incuba, como dicen los médicos de una enfermedad. Luego se declara la desesperación, se desespera de uno mismo. Observad a una muchacha desesperada de amor, es decir de la perdida de su amigo, muerto o esfumado, esta perdida no es desesperación declarada, sino que ella desespera de sí misma.Ese yo del cual se habría librado, que ella habría perdido del modo más delicioso si se hubiese convertido en -bien- del otro, ahora hace su pesadrumbre puesto que debe hacer su -yo- sin el otro.Ese yo que habría sido su tesoro ahora le resulta un vacío abominable cuando el -otro- esta muerto o como una repugnancia puesto que le recuerda el abandono.
"Y si tu vida no ha sido más que desesperación,¡qué importa entonces lo
demás! Victorias o derrotas, para ti todo está perdido; la eternidad no
te ha reconocido como suyo, no te ha conocido o, pero aún,
identificándote, ¡te clava a tu yo, a tu yo de desesperación!"
Soren Kierkegaard.
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