En esta semana el vacío y el gasto interior me ha dejado sin creatividad ni gana alguna pero al
menos tengo algunas buenas citas por fortuna ya pensadas... 
No perdonar nunca; olvidar mucho. No odiar nunca; despreciar a menudo.
El peligro se ha hecho tan grande para cada individuo, cada clase, cada 
pueblo, que es deplorable el pretender engañarse. El tiempo no puede 
detenerse; no hay prudentes retornos, no hay cautelosas renuncias. Sólo 
los soñadores creen en posibles salidas. El optimismo es cobardía.
Hemos nacido en este tiempo y debemos recorrer violentamente el camino 
hasta el final. No hay otro. Es nuestro deber permanecer sin esperanza, 
sin salvación en el puesto ya perdido. Ese 
honroso final es lo único que no se le puede quitar al hombre."
¿Es el pesimismo, necesariamente, signo de declive, de ruina, de 
fracaso, de instintos fatigados y debilitados?
¿Cómo lo fue entre los 
indios, como lo es, según todas las apariencias, entre nosotros los 
hombres y europeos «modernos»?
¿Existe un pesimismo de la fortaleza?
 ¿Una predilección intelectual por las cosas duras, horrendas, malvadas, 
problemáticas de la existencia, predilección nacida de un bienestar, de 
una salud desbordante, de una plenitud de la existencia?
¿Se da tal vez 
un sufrimiento causado por esa misma sobreplenitud?
 ¿Una tentadora 
valentía de la más aguda de las miradas, valentía que anhela lo 
terrible, por considerarlo el enemigo, el digno enemigo en el que poder 
poner a prueba su fuerza? 
 
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