wolfmon

“Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo pero porque no sois del mundo sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece”.(San Juan 15:19) Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris... nescio, sed fieri sentio et excrucior.

miércoles, 3 de octubre de 2012

No tener a nadie a quien decirle nunca nada! Solamente objetos; ningún ser. Y la opresión de la soledad tiene su origen justamente en el sentimiento de estar rodeado de cosas inanimadas, a las que no tienes nada que decirles.

Cuando todo lo que toque se vuelva triste, cuando una mirada furtiva al cielo le
transmita el color de la tristeza, cuando no existan ojos secos cerca de mí y me
desenvuelva por las grandes avenidas como entre zarzas, cuando el sol sorba las
huellas de mis pasos para emborracharse de dolor, entonces tendré el derecho y el
orgullo de afirmar que existe la vida. Toda aprobación tendría de su parte el testimonio
de lo infinito del sufrimiento, y toda alegría, el apoyo de las amarguras. Resulta torpe y
vulgar hacer una afirmación que no sea para corroborar la totalidad del mal, el dolor y
la tristeza. El optimismo es un aspecto degradante del espíritu, porque no se origina en
la fiebre, ni en las alturas ni en el vértigo. Tampoco una pasión que extraiga su fuerza
de las sombras de la vida. En los gargajos, en la basura, en el lodo anónimo de las
callejuelas brota un manantial más limpio e infinitamente más fructífero que en el
suave y racional hecho de compartir la vida. Tenemos bastantes venas por las que
suben las verdades, bastantes venas en las que llueve, nieva, sopla el viento, nacen y
se ponen soles. ¿Y no caen en nuestra sangre estrellas para recobrar su destello?

 Cuando uno ha comprobado que los hombres no pueden ofrecer nada y continúa
tratándolos, es como si después de haber liquidado todas las supersticiones, siguiera
creyendo en fantasmas.

Un hombre que practica toda su vida la lucidez, se convierte en un clásico de la
desesperanza.

 El amor por la belleza es inseparable del sentimiento de la muerte. Pues todo lo que
cautiva nuestros sentidos con escalofríos de admiración nos eleva a una plenitud de
fin, que no es otra cosa sino el deseo abrasador de no sobrevivir a la emoción. ¡La
belleza sugiere una imagen de inanidad eterna! Venecia o los crepúsculos parisienses
nos invitan a un fin perfumado, en el cual la eternidad parece haberse derretido en el
tiempo.

 El mundo se ha marchitado en la periferia del corazón, y la mente yace al caer la
tarde. El universo muestra despavorido su sonrisa, en la que distingo (símbolo de la
vida) a un ángel caníbal.

En la tristeza todo se vuelve alma.

El hastío asola un alma erótica que no encuentra lo absoluto en el amor.

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Cioran.



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