Ya no me pueden hacer ni bien ni mal
Ya no me queda esperar ni temer nada en este mundo
Y heme aquí, pobre inmortal afortunado pero impasible como dios mismo.
Rousseau.
Un tren conocido que pasa, arrasa y
te lleva con su rebufo hacia las vías, los hierros, las piedras, tirado,
herido. Me vienen cosas a la cabeza, en tanta confusión, me viene la
degradación de las ilusiones, de lo seguro, temo no encontrarla jamás en nadie,
en ella, en algo. Y si se fue...¿ Dónde queda? ¿Podré con su carcasa, podre
alimentarme de, quien sabe, unos días de verano en su carcasa? ¿Podré hurgar en
ella o ni tendré fuerzas de mancharme de tripas y hielo? ¿Podré huir, podre
quedarme, podré qué? Y mientras desparramo el tiempo, el cerebro, el ánimo, el
amor, lo desparramo en balde, en la mesa vacía, en mis piernas vacio noctambulo
y mordiéndome la piel.
Yo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario