En cualquier gran ciudad donde el azar me lleva, me sorprende que no se
desaten levantamientos diarios, masacres, una carnicería sin nombre, un
desorden de fin de mundo.
¿Cómo, en un espacio tan reducido, pueden
coexistir tantos hombres sin destruirse, sin odiarse mortalmente? A
decir verdad, se odian, pero no están a la altura de su odio, la
mediocridad salva a la sociedad.
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