Y cuando realicé mi empresa más difícil y celebraba la victoria de mis superaciones entonces hicisteis gritar a quienes me amaban que yo era quien más daño les hacía.
A mi benevolencia enviasteis siempre los mendigos más insolentes, en torno a mi compasión amontonasteis a aquellos cuya desverguenza no tenía curación
¿A donde huyé entonces mi tierna ansia?
A toda náusea prometí yo en otro tiempo renunciar, entonces trasformasteis a mis allegados y prójimos en llagas purulentas, ay
¿A donde huyó entonces mi más noble promesa?
¡Estoy en verdad cansado de ser siempre tu estúpido pastor! Tú bruja, hasta ahora he
cantado yo para ti, ahora tú debes - ¡gritar para mí!
¡Al compás de mi látigo debes bailar y gritar para mí! «Acaso he olvidado el látigo?
¡No!
Nuevamenrte Friedrich, palabras tan mías, tan ciertas, tan hermosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario