Todo rastro de ti en un desierto, donde no existieron las lágrimas ni las risas.
¿Quién dice que existieron cuando el presente es la realidad? Solo tengo la constancia que existí yo, tengo aún los moratones de mis ilusiones, enorme desierto con polvo y arena sin huesos ni carne que lo riegue, inmenso monótono que traga a todo lo bello y lo hace desaparecer en polvo y arena. Cuéntame donde deje los dioses del barro.
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